lunes, 23 de junio de 2008

Volver al siglo XIX. ¿Para qué?

La reciente resolución adoptada por la Comisión Europea de la UE, sobre subir la jornada laboral máxima de 48 a 65 horas semanales es una degradación de tal calibre de las condiciones laborales de los trabajadores europeos, que nos retrotrae al propio s. XIX en los inicios de la Revolución Industrial, como ha manifestado esta vez acertadamente el ministro Corbacho.

La situación es sencilla de analizar. Que se llegue a las 65 horas de jornada semanal supone dos situaciones posibles. La primera que si trabajando 5 días a la semana, la jornada laboral es de 13 horas al día y como el día tiene 24 horas, si contamos 8 horas para dormir la resta es sencilla: sólo quedan 3 horas para el ocio y/o la familia (que con lo cansad@ que se sale del trabajo, tampoco parece que sea provechoso).

La segunda opción es que las 65 horas se trabajen en los 7 días de la semana, lo cual da a algo más de 9 horas por día. Empleando el criterio anterior de 8 horas para dormir quedan 6 horas para el ocio y familia.

En un caso u otro el retroceso al inicio de la Revolución Industrial es obvio. Se quiebra la filosofía del estado de bienestar de los tres tercios del día (8 horas de trabajo, 8 de descanso y 8 de sueño) posibles por el desarrollo tecnológico que aumentaba enormemente la producción y su calidad, incrementando los beneficios empresariales de tal forma que permitía mejorar las condiciones salariales, laborales y sociales de los trabajadores permitiéndoseles acceder masivamente a la cultura, los deportes o el turismo entre otras posibilidades. Y todo fue por ser mejores que los estados stalinistas del otro bloque.

El cambio en las últimas décadas parece evidente. El fin del “enemigo comunista” (más bien lo que podía suponer de atractivo a los trabajadores y sindicatos occidentales), trae el endurecimiento del capitalismo.

Pero claro, la medida laboral que contempla la resolución de la UE ¿para qué sirve realmente?

Para aumentar la producción. Pero ¿crece hasta que nivel?. ¿Qué se hace con todo lo que se produzca?. ¿Quién puede comprarlo si los salarios bajan o se contienen todos estos años y si ahora además no habrá tiempo para comprar?. El consumo de productos, de ocio, cultura, deporte o espectáculos se reducirá aún más no solamente porque el poder adquisitivo de los salarios no aumenta y por lo tanto el nivel de compra tampoco sube, sino porque no habrá tiempo para gastar.

Los afectados principales serán en primer lugar los que ya vemos: pequeños autónomos y trabajadores de pequeñas empresas.

Están más desprotegidos y la única manera para que sus empresas puedan competir es metiendo más horas.

Junto a ellos los inmigrantes y los que se vean obligados a firmar contratos individuales, sin una aplicación real del convenio colectivo que les corresponde o sin la protección sindical. En este capítulo están especialmente los inmigrantes.

A esto hay que añadir que la C.E. de la UE deja las guardias médico-hospitalarias para que cada país diga si son jornada laboral o no. Como que los trabajadores de ese sector estuvieran cubriéndolas porque no quieren hacer otra cosa, cuando no están en una atención directa.

Esta gravísima resolución de la Comisión Europea que pasará a la Eurocámara para su aprobación, necesita una respuesta contundente de las organizaciones sindicales a nivel europeo. Desde el P.C.E. nos parecería adecuado que los sindicatos de la UE desarrollen acciones coordinadas de rechazo a esta medida en todos los estados de la UE antes de que se apruebe pudiendo incluso llegarse a convocar el primer paro europeo unitario de los trabajadores de la UE.


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